Lo que aprendí durante un año (y algo más) en un laboratorio de innovación

Fernando González-Olaechea
6 min readDec 28, 2018

--

Resumen de mi vida (no dejen de ver el trabajo de Reza Farazmand, autor de este comic).

Debo comenzar diciendo que aunque el título sugiere que ya me fui eso no ha pasado: sigo trabajando en el lab. Y pienso seguir haciéndolo.

Es fin de año y he decidido retomar este texto que comencé en setiembre. Quizá porque la fecha simbólica me mueve. Quizá porque no quiero que se quede entre los borradores. Sea como sea, este es el texto. Hace un par de meses cumplí un año en La Diagonal, el laboratorio de innovación de Real Plaza. Entré a trabajar acá luego de unos años buscando qué hacer que me motive: enseñé semiótica, hice gestión de contenidos y relaciones comunitarias. Todo me gustó, pero no terminaba de cuajar.

Siempre pensé — sigo pensando — que la palabra innovación está gastada. Es un significante vaciado de significado. No es algo exclusivo, lo mismo ocurre con sostenible, competitividad o proactivo.

También con otras con las que me relaciono diariamente. Design Thinking. Human Centered Design. Sprint. Agile. Tunk. Retro. Todas gastadas. Todas definen métodos o prácticas absolutamente relevantes, sin embargo.

El primer aprendizaje fue una confirmación: si no sabes cómo hacerlo, comienza. Por eso me fui a Cusco hace años. Por lo mismo me comí decenas de libros sobre lingüística y semiótica. Por eso también empecé a nadar.

Apenas llegué a mi primer día de trabajo y me senté en un cuarto en el segundo piso de una casa pintada de azul, aprendí que no: esto no se trata de un trabajo etéreo en el que a uno de pronto se iluminaba y salía con algo extravagante que luego llamemos innovador. Esa era la imagen caricaturizada de Google donde hay burbujas y, quizá, un unicornio pastando. No. Se trabaja y muy duro.

Gran aprendizaje: No todas las ideas son buenas. No, tus ideas no son mejores porque son tuyas. Y no, no hay una sola idea para resolver un problema.

Había un cronograma de meses con objetivos semanales que se traducían en tareas semanales. Éramos siete personas que no se conocían haciendo algo que no sabían. Recordé lo que alguna vez me dijo el poeta Rodolfo Hinostroza: los primeros versos te son dados, el resto tienes que hacerlo tú con tus pobres armas. O sea: hay que trabajar porque la inspiración es una parte no un todo y tampoco un fin.

Siempre enfrentamos la incertidumbre. Solo que no nos damos cuenta. O digo: nos inventamos formas de no darnos cuenta. Hay cierto delirio y cierta parálisis asociada con ver que todo es tan frágil y tan fugaz. Para no lidiar con el terror de no saber — de esa incertidumbre se traduzca en ausencia de sentido — nos inventamos dioses y agendas y planes y promesas.

Años como periodista y bastante turbulencia me hicieron consciente de esto. Este trabajo demanda mucha flexibilidad y mantiene viva la idea de la incertidumbre. Aceptarla no tiene que significar congelarnos, por el contrario: nos vuelve adaptables.

Bruce Lee lo dijo con mayor brevedad y belleza que yo: be water, my friend.

Seis cosas que aprendí durante este año y pico:

¡Viva Socrates!

El método socrático es antiguo como el viento y tremendamente útil. El viejo filósofo griego sostenía que un camino para llegar a la verdad era a través de una serie de preguntas que desnuden nuestros presupuestos y nos ayuden a comprender el nervio de las cosas. Preguntémonos por qué. Dudemos de nuestros pares, nuestros entrevistados y de nosotros y de nuestro desafío. Es truculento: quedarnos en las preguntas nos puede llevar a un descenso en espiral. Busquemos las preguntas correctas para hallar las respuestas que nos ayuden a avanzar. Hace poco leí una biografía de Alexander von Humboldt. El alemán tuvo que atravesar senderos estrechos y desconocidos para escalar el pico más alto conocido en su tiempo: el Chimborazo, en Ecuador. A partir de ahí su fama, conocimiento e influencia crecieron hasta hacerse fundamentales. Tuvo que ir por un camino sinuoso. Nosotros también.

Nihil novum sub sole.

O sea, no hay nada nuevo bajo el sol. Parece un contrasentido que alguien que trabaja buscando innovar diga eso. No de l todo. Me explico: no tiene mucho sentido y sí mucha vanidad pensar que crearemos todo de nuevo y desde cero. Apoyémonos en lo que ya existe. Incluso las ideas más novedosas e interesantes se construyen sobre aprendizajes anteriores. Alguien ya hizo algo, ya estudió algo, ya explicó algo, incluso siglos atrás, que nos puede ayudar a pensar de nuevo y desde otras perspectivas. En tres palabras: evolución sobre revolución.

Lo inmóvil es lo muerto.

Las cosas no son una sola cosa. Son lo que han sido, lo que son en un momento dado y son, también, sus posibilidades de ser. La cultura que no cambia, se contradice, se expande, muta, es un simulacro. Por eso la museificación es una forma de asesinato. Esto se aplica a nosotros como personas, a la cultura (ese sistema de signos, ese aglutinante y dador de sentido), pero también a los productos y servicios. Esa es la idea que sostiene la lógica ship it: el producto nunca estará listo, así que suéltalo.

Si puedes mostrarlo, muéstralo.

Sea lo que sea que estés haciendo, si hay algo que puedas mostrar, hazlo. No solo digas lo que haces, exhíbelo. ¿Hay una forma en la que alguien puede ver, palpar, interactuar con tu trabajo? Búscala y hazla. Hacerlo nos ayuda a conseguir dos cosas. La primera es que podremos ser más concretos respecto a nuestro trabajo. La segunda es que recibiremos comentarios y reacciones. El feedback, nos guste o no, es importante porque nos da herramientas. Una lección de la antropología y de la filosofía que no debemos olvidar es que solo a través del otro que logramos completarnos y profundizarnos.

QQA.

Qué Queremos Aprender. El diseño implica intencionalidad. ¿Con qué intención diseñamos una entrevista, una sesión de brainstorm, un prototipo o un servicio? Una forma que me ha ayudado a avanzar siendo fiel a la intención y mantenerme abierto a nuevas posibilidades y respuestas ha sido preguntarme qué queremos aprender. Así, cada tarea realizada está orientada no solo al refinamiento o al descubrimiento, sino al aprendizaje sobre el que no solo yo, sino todo el equipo, es transformado y en consecuencia también aquello que diseñamos.

Ponte otros lentes.

Todos tenemos sesgos. Todos. Sobre casi todo. Es inevitable y no es cuestión de calificarlo moralmente como algo bueno o malo: sencillamente es. Lo que sí es recomendable es ser consientes de ello — pienso en un video de Zizek — Y sin embargo, debemos hacerlo. ¿Cómo? Hablando con personas distintas con disposición a oírlos y entenderlos, no a responder. Tenemos que conversar para entender y no para contestar. Es complicado, porque al igual como la ideología o la cultura, es difícil verla porque estamos inmersos dentro. Otra forma de ser consientes de nuestros sesgos es evitar las burbujas epistémicas (cuando no oyes a gente que no piensa como tú) o las cámaras de eco (cuando desacreditas a gente que no piensa como tú). Para más señas sobre esto último hay un buen texto de C Thi Nguyen: Escape the Echo Chamber.

Estos aprendizajes no se los debo a mi clarividencia ni a mi lucidez ni a mi afilada mirada. No. Se los debo principalmente a los miembros de mi equipo, las personas con las que trabajo todos los días: Rodrigo, Marisol, Chamo, Romina, Sergio, Virginia, Alvaro, César y La Gacela. Y a varios amigos en La Victoria Lab y Lab1505 de paciencia y buen humor inagotables.

Durante este tiempo he ido dándole forma a ciertas inquietudes, a algunas cosas que sentí como reportero y también como docente. Me interesa cada vez menos la búsqueda de la verdad y cada vez más la búsqueda del conocimiento.

Hablo del trabajo pero aún no explico en qué consiste este trabajo. No lo sé muy bien. Quiero decir, no puedo terminar de decirlo porque no puedo terminar de definirlo.

Llegué como design researcher, un puesto que, dentro de un equipo de diseño, forma parte central en un proceso de descubrimiento para las siguientes etapas: la ideación, la experimentación y la implementación. Pero no solo he hecho investigación y como uno se define por, entre otras cosas, lo que hace y lo que no hace, me cuesta etiquetarme. Quizá no sea algo malo, después de todo. Lo que uno es no es algo que se responde, es algo que se va respondiendo.

Nota final:

  • Gracias por llegar hasta acá. Si te gustó lo que leíste, aplaude las veces que quieras (pueden ser varias y ayuda a que el texto llegue a otras personas).
  • Comparte este artículo en tus redes: no pasa nada malo #sharingiscaring.
  • Escribo sobre cultura y comunicación desde distintas perspectivas: mis reflexiones pasan por el análisis, las memorias o el comentario. Si te interesan esos temas: sígueme.

Sign up to discover human stories that deepen your understanding of the world.

Free

Distraction-free reading. No ads.

Organize your knowledge with lists and highlights.

Tell your story. Find your audience.

Membership

Read member-only stories

Support writers you read most

Earn money for your writing

Listen to audio narrations

Read offline with the Medium app

--

--

Fernando González-Olaechea
Fernando González-Olaechea

Written by Fernando González-Olaechea

Periodista | Design Researcher | Reflexiones sobre cultura y comunicación. Mi mejor inversión: un libro usado de Borges a US$ 0.50. Me gusta mentir en las bios.

No responses yet

Write a response