Nomadland: la elocuencia del silencio
“El silencio tiene acción / el más cuerdo es el más delirante”. –Raros peinados nuevos, Charly García.
Hoy es la premiación de los Oscars 2021. Entre las varias nominadas, mi película favorita es Nomadland. Hace semanas quería escribir sobre la película pero no lo hice y hoy me animo con este comentario breve, producto también de varias conversas con mis queridos Jorge Luis Cruz y Analú Morgan . Cualquier demérito en estas líneas en sólo mío y no suyo.
La película puede verse como una road movie, por supuesto, sin embargo también como algo más. Es ese plus lo que la vuelve polisémica y donde se revela su nervio artístico. Es una pela que parte de ahí (podríamos verla junto a Paris, Texas), del género road movie, y de ciertos temas recurrentes estadounidenses: la vida en exteriores, el gran territorio por explorar y recorrer, la soledad. Pero para interrogarlos desde el hoy. Y hoy significa hacerlo mostrando cómo el capital en su forma contemporánea estructura nuestras vidas y forma nuestras sensibilidades. El capital se ha vuelto un equivalente a lo sublime — ha dicho Fredric Jameson — y como tal, inconmensurable. Ahí están los enormes parajes que nos muestra Chloe Zhao, acantilados y desiertos y anocheceres sublimes. Confrontados con Amazon, este gigante que no sabemos cómo ni dónde opera. Solo que lo hace.
Lo sublime es indecible. Se experimenta aunque el lenguaje sea insuficiente. No puede ser completamente simbolizado y asido. Por eso planteo que la pela está llena de silencios. No se puede nombrar al capital en su totalidad. Pero sí mostrar sus efectos. Conocerlo a partir de lo que (nos) hace. Entre las varias cosas que nos hace, la película se concentra en la precariedad. Digo: la precariedad más cerca a lo inevitable que a lo elegido en tanto vida frugal. Ese efecto del capital, la precarización, varía según nuestra clase: la pela mete el dedo en la experiencia de clase (pensemos en cómo viven su nomadismo Fern, interpretada por Frances MacDormand y Dave, personaje de David Strathairn) y lo hace por un lado mostrando que no es uniforme y por otro inscribiéndola en los relatos gringos de libertad y la naturaleza. Una pista clara es el almuerzo en el patio que tienen Fern y su familia en la casa de la hermana de esta.
Me gusta que la película no caiga en la denuncia directa ni panfletaria. No lo necesita para ser elocuente. Más que callar, se trata de señalar. Podemos entender a Fern: ella tiene agencia y motivaciones que podemos ir rastreando, sin que por ello se trate de un individuo autónomo absolutamente libre. Existe una tensión en todos nosotros, entre las condiciones que nos estructuran (marcas de género etnicidad y clase, por ejemplo, nuestro idioma, nuestro cuerpo, el sistema social en el que nos desarrollamos) y nuestra subjetividad que aunque marcada por lo anterior la excede.
En el caso de Fern, la dureza de su vida nómada se exhibe a partir de sus condiciones y su origen: el cierre de la sucursal de una compañía— uno de las características del capital hoy es su desterritorializacion por un lado y su re-territorialización por otro — que, de nuevo, estructuró su vida: una casa, un pueblo, un proyecto de vida. Que se ve indudablemente trastornado por los movimientos del capital manifestado en dicha compañía.
Sobre MacDormand solo puedo decir que su interpretación es magistral. Magistral en el sentido más preciso del término. Su intensidad no es explosiva, sino honda.
La perspectiva que noto en la película de Zhao es sumamente necesaria por su relevancia, a mi juicio. Existe cada vez más un grupo de gente que no tiene parte —la parte sin parte en palabras de Ranciere— y desmitificar esa marginalidad es indispensable para resistir a la explotación y proponer mejores condiciones de vida. Con todo lo anterior, la película logra evitar pintar a sus protagonistas como marionetas. Hay vida en ellos. Si el capital los — nos — determina no nos condena inevitablemente. Hay resistencia. Y profundidad. Precisamente porque sitúa las condiciones en las que el nomadismo ocurre es que puede presentarnos un escenario en el que no todo es irremediable. El final de la película es de una belleza que me conmovió mucho, aunque no diré más. Finalmente, para no alargar este comentario, la película no es patética. Hay espacio para la amistad. Para el amor. Para la compasión. Y esto aparece sin ser pegajoso. Espontáneamente. Rescato el trabajo en mostrar la construcción de afectos y, aun en la más devastadora soledad, la insistencia en que la humanidad es eso que logramos con los demás.
Que gane o pierda hoy en los Oscars me tiene sin cuidado (aunque es claro que desearía que gane y se reconozcan los varios méritos de esta película en dirección, interpretación y cinematografía). Estoy seguro que estamos ante una obra de arte. Una película que dice y sugiere. Que sabe callar para expresar más. Terry Eagleton afirma que no todo está perdido si aún podemos nombrarlo.
Aun parcialmente. Solo parcialmente. Es sabido: el silencio también dice.