La emergencia ciudadana

Fernando González-Olaechea
3 min readFeb 26, 2018

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En medio del rebullicio decir una obviedad es un acto de rebeldía: debemos pasar de un estado tutelar a uno centrado en el ciudadano, lo que el anglicismo y la dinámica viral explican simplemente como #citizencentric.

Un estado tutelar, ha explicado Víctor Vich, es el que siente que solo él tiene la respuesta y el camino para sus ciudadanos. En consecuencia, cultiva cierto desprecio por estos. O quizá no los ve así: son solo personas que habitan el territorio. La mirada vertical alejada de las personas relega la ciudadanía frente a otras características. Recursos y fenotipo, por ejemplo. O digo: plata y color.

En el Perú, la ciudadanía, no como pertenencia a la ciudad — aunque también — , sino como validez de la humanidad y la voz en el conjunto, queda hueca. Reemplazada por una eventual visita a las urnas, algún himno y cierta afición tortuosa a ver a once muchachos ir tras una pelota que jamás — y Rusia es la excepción que confirma la regla— les da la razón.

Aunque esos son los signos de muchos estados y grandes corporaciones (categorías que pueden sobreponerse o absorberse una a otra), la sociedad, en general, está cambiando. Se trata de una sociedad marcada por un sistema cultural electronal, para usar un categoría acuñada e investigada por Eduardo Zapata y Juan Biondi. En esta sociedad electronal, cuyo origen está en el desarrollo y proliferación de las tecnologías eléctricas y digitales, las personas atribuyen significado al mundo de otras maneras a las que se mantienen desde el siglo XIX y que podría rastrearse hasta la invención de la imprenta y la industrialización. La electronalidad — los electronales — demanda cercanías, participación y contexto [acá puedes ver un video de Zapata hablando sobre esto].

Revueltas en todo el globo sirven como ejemplo de la tensión entre modelos y cambios culturales. Un juego de palabras: el estado natural del Estado no es lo natural, es lo artificial. Su existencia se debe a las personas. Es un invento, una convención para ser precisos. Sin embargo, por muchos años hemos actuado como si los ciudadanos existieran para satisfacer a los estados y sus gobiernos, sean cuales fueran estos: cívicos o empresariales, monárquicos, republicanos, oligopólicos o aristocráticos, democráticos o dictatoriales.

Las personas quieren participar. Las redes sociales, como fenómeno digital y electronal, han ayudado a diluir los conceptos de público y privado. Nos licuaron los estándares, podría haber dicho — si es que no lo dijo así — , Zygmunt Bauman.

Si las personas pueden participar frente a marcas, productos, celebridades e infames, por qué no respecto a la cosa pública. Emerge un nuevo ciudadano: uno digital y por lo tanto participativo. Activo. Interactivo. Hiperactivo. Ansioso y desorientado, también. Y si la revolución no será televisada, como en el célebre poema de Gil Scott Heron, no importa: Twitter y Facebook se encargan, de momento (los retos de esas redes y sus paradojas son materia de otro texto).

En el caso peruano, el acercamiento entre estado y ciudadano es necesario, frente a instituciones vacías y vaciadas. Un esfuerzo actual es la creación de www.gob.pe, un trabajo que lidera Daniella Raffo. La idea: que toda la información que busca la gente sobre el Estado esté disponible de manera clara. Ella y su equipo tomaron como ejemplo al Reino Unido. Y han hecho bien: este país lidera el ranking de Naciones Unidas como el mejor gobierno electrónico. Raffo aclara en esta entrevista que lo siguiente es rediseñar los servicios.

Las implicancias de este camino van mucho más allá de desenredar páginas web o pasar del papel a la pantalla. Supone construir un nuevo estado y sus instituciones. Supone también admitir algo en presente: la sociedades no cambiaron, las sociedades no cambiarán; la sociedad está cambiando hoy. ¿Serán estas instituciones unas que no representen sino que incluyan? ¿Ambas categorías deben excluirse mutuamente? ¿Hablamos de la vuelta a la política luego del reinado de la pospolítica? ¿Caeremos en un espiral (aún más) embrutecedor? ¿Se expandirán más horizontes hacia lo diverso o se reforzarán prejuicios hacia lo igual? Estas son las preguntas de fondo. Ni grandes ni celestes, solo preguntas. Sus respuestas, y especialmente las preguntas que salgan de ellas, serán las que marquen los próximos años.

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Fernando González-Olaechea
Fernando González-Olaechea

Written by Fernando González-Olaechea

Periodista | Design Researcher | Reflexiones sobre cultura y comunicación. Mi mejor inversión: un libro usado de Borges a US$ 0.50. Me gusta mentir en las bios.

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