El tener sobre el ser, pues, mascotas

Fernando González-Olaechea
5 min readMar 1, 2019

El ejemplo de la abundancia, descontrol y ostentación es un festín. “Banquete romano”, un cuadro de Roberto Bompiani (Crédito: http://www.getty.edu).

La aparición de Oliver Ramos —bautizado por sí mismo como 590 / Tu dios 590/ Lord 590, bautizado por toda la patria como Tapir 590 — ha sido semejante a la de un fenómeno climatológico: llegó raudo sin que lo notemos venir y no sabemos qué ocurrirá cuando pase. Aunque podemos sospecharlo: lo olvidaremos como olvidamos todo. Lo que no significa que desaparecerá. Solo que se nos pasará.

Oliver — o sea, 590, o sea Tapir — está en la categoría de influencer. Es decir: es del grupo de personas que por mérito conocido o desconocido atraen a mucha gente a sus redes sociales. Aunque no hay nada más influenciable que un influencer, se supone que funcionan como referentes. A esa legión pertenece Oliver.

Hace dos semanas lo conocí por sus videos. Lo vi — nariz pronunciada, guiño compulsivo, pulgar arriba, voz rozando el falsete — y no me interesó tanto la burla, sino su inmediata popularidad. ¿Por qué nos atrae tanto este ciudadano?

Ensayo una respuesta: Tapir 590 es un signo inequívoco y cómodo de nuestro contexto.

El discurso 590 es el del ostento. No puedo discutir su intención, pero lo que revela la atención a sus videos es que promueve y celebra la posesión y la comparación. En ese sentido se adscribe cómoda y previsiblemente dentro de un sistema de consumo que privilegia lo transaccional sobre lo esencial. Se trata de un discurso que sostiene el statu quo. O sea, neoliberal-blingbling-yotengoytúnotienes.

Instagram — también Facebook — es una red que aprovecha esta tendencia y la estimula: exhíbete. Quizá ahí radica su incontestable éxito. Y aquello que se exhibe es la materialidad: el viaje, el plato, la ropa. Todo lo que es accesible materialmente. O sea, todo lo que puedes comprar — o puedes simular que compras.

Por eso la pregunta, por ejemplo, “¿tú qué vas a saber si seguro solo usas gorras de cinco soles de Gamarra”, apela al estatus en tanto capacidad adquisitiva. Desde esta perspectiva se es más cuando más se tiene y se tiene más cuando más se puede comprar. Esta pregunta retórica viene luego de un alarde a partir de una gorra que se presenta como costosa. Es importante subrayar el valor simbólico del accesorio: porque es costoso es deseable, brinda estatus, asenso social, un lugar de enunciación más alto en esta imaginaria cuesta arriba que habitamos.

Lo que propone 590 en sus videos — sea exhibiendo sus posesiones, dando consejos sentimentales o asesoría empresarial— es la construcción de identidad a través de la posesión. Erich Fromm hace una distinción muy interesante entre el ser y el tener. “Si soy lo que tengo, ¿qué soy cuando pierdo lo que tengo?”, se pregunta el psicoanalista y filósofo.

La existencia de Oliver como 590 en las redes sociales se puede rastrear hasta el último tercio del 2018, no a febrero de este año. Su fama se soporta en un recurso conocido: la burla autorreferencial, hacerse meme. Aplica un enfoque propio del aikido: usar la fuerza del otro en tu ventaja.

En un contexto de virales y challenges, la aparición de un personaje así tiene mucho sentido. Pero pienso que hay más.

Convertirse en una parodia de sí mismo, sin embargo, es algo que a todos nos ocurre. Algunos lo hacen con intención, como él, o Tongo, o el ya olvidado Mayimbú: o porque quieren o porque los empujan a ello. Pero, tarde o temprano, casi todos terminan — terminamos — siendo una parodia, un simulacro.

“Porque, dijo, la parodia había dejado de ser, como pensaron en su momento los tipos de la banda de Tinianov, la señal del cambio literario para convertirse en el centro mismo de la vida moderna. No es que esté inventando una teoría o algo parecido, me dijo Renzi. Sencillamente se me ocurre que la parodia se ha desplazado y hoy invade los gestos, las acciones. Donde antes había acontecimientos, experiencias, pasiones, hoy quedan sólo parodias”.

-Respiración Artificial, Ricardo Piglia.

Parte de la parodia está en simplificar el lenguaje formulaico y volverlo repetido: una serie de lugares comunes que se agotan a sí mismos. Como estos:

“Claro, pe, mascotas”.

“Acá, pe, solo yo, nada más, ¿sí o no?”.

“Ustedes qué van a saber, pe, si solo…”.

¿Me extrañaron? Yo sé que sí, ¿verdad?”.

“Yo acá nuevamente”.

Estos lugares comunes no son medios para llegar a otro lado en la comunicación, son fines, no se ofrece nada más, y a cambio hacen más sencillo procesar el contenido. Sin embargo, hay más: el uso de deícticos — acá, yo, ustedes — o expresiones para afirmar o confirmar — claro, ¿sí o no? — apelan al interlocutor. Subrayan el aspecto presencial, vivencial, de la comunicación, junto al viejo uso de mandar saludos.

El peligro de tal simplificación y autoreferencia es que el recurso se agota velozmente.

Vuelvo al asunto de la burla y el discurso ostentoso del tener. Esta mofa, que tiene tres niveles — Tapir acerca de otros, Tapir acerca de sí mismo, y otros acerca de Tapir —, no cuestiona nada. Ni nos confronta, ni nos apela, ni nos interroga. Al contrario: nos permite seguir siendo quienes somos. El razonamiento detrás es más o menos el siguiente: si yo me burlo de él y él también se burla de él, entonces no pasa nada.

¿No pasa nada?

Intuyo que su cualidad viral no se debe solo a ser vistoso, sino a por qué es vistoso. Pensemos en las causas de la burla: nos reímos de su apariencia (no te ves como esperamos que te veas para jactarte), de su pronunciación (no hablas como se espera que hables para jactarte), de su uso inapropiado de objetos para darse estatus (no tienes lo necesario para jactarte). En el fondo él y nosotros, su audiencia, estamos operando bajo un mismo sistema de prejuicios y discriminación compartido y validado, y esta burla compartida nos da un alivio porque evita que miremos ese sistema directamente. Una broma que parece transgredir pero que no transgrede nada, cuya última función es que evitemos lidiar con el sistema y por lo tanto mantenerlo.

Los conservadores en el Perú tienen muchas caras. La de Oliver es una de ellas.

Nota final:

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  • Escribo sobre cultura y comunicación desde distintas perspectivas: mis reflexiones pasan por el análisis, las memorias o el comentario. Si te interesan esos temas: sígueme.

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Written by Fernando González-Olaechea

Periodista | Design Researcher | Reflexiones sobre cultura y comunicación. Mi mejor inversión: un libro usado de Borges a US$ 0.50. Me gusta mentir en las bios.

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