El exorcismo de Johannes Betzler
De pie, junto a su madre, el pequeño Jojo mira sin querer ver los cuerpos muertos, sin nombres, que penden de sogas en la plaza del pueblo. Su madre sostiene su cabeza y también mira. Nadie mira de regreso y esa es la brutalidad de la situación: los muertos no miran. No saben. No hablan. Pero están.
La muerte no depende de causas para estar ni ser.
La muerte es.
Jojo Rabbit es una película acerca de Johannes Bletzer, Jojo, un muchacho fanatizado de las juventudes hitlerianas y cuyo mejor amigo imaginario es, cómo no, Hitler. Es un buen muchacho. La mirada dulce. La ternura se le escapa. Jojo no es un monstruo y sin embargo lo que cree es monstruoso: las mayores atrocidades no las hacen los monstruos, sino las personas. Ese es el núcleo del terror.
La escena de Jojo y Rosie, su madre, en la plaza, me parece fundamental para darle una lectura a la película más allá de una crítica al nazismo. ¿Cómo combatir a quienes quieren pelear? ¿Cómo no entrar en la lógica del ataque y el espiral de la muerte? Cuando Jojo atraviesa la plaza con su madre, y ella lo hace ver a los muertos colgados, quiere romper el fanatismo de su hijo y liberarlo. Lo hace observar con firmeza pero sin crueldad a esos muertos. Ambos rubios con sombrero viendo al frente. Esa es su lucha y también su herencia: la lucidez de ver a la muerte a los ojos directamente en toda su inefable naturaleza, no a través del hechizo de un discurso fanático.
Pienso que existe un paralelismo con La Vida es Bella. Al igual que el personaje de Guido Orefice en La vida es Bella, Rosie es íntegra, valiente y alegre. Al igual que él, protege a su hijo. Guido busca mantener a su hijo fuera de la guerra. Inventa una serie de juegos para hacerlo. Es decir, crea una ficción para cuidarlo. Rosie, al contrario, busca sacar a su hijo de la vorágine de esa guerra. Quiere romper la ficción del fanatismo para cuidarlo. En La vida es Bella se busca que la guerra no entre en el niño, en Jojo Rabbit se busca que salga de él. Ese gesto de hacerlo ver la consecuencia más concreta de la guerra apunta a liberarlo de la ceguera del nazismo.
¿Cómo liberarse? Solo a través de otro. Ahí entra Elsa, la joven judía que su madre oculta y Jojo encuentra de casualidad. A pesar de sus esfuerzos no logra odiarla. Ni a Elsa ni a su madre. Elsa tampoco a él. Solo el otro, causa de miedo y violencia, es la solución a ese miedo y a esa violencia. El contacto con Elsa le permite a Jojo superar el odio y la soledad. Primero vio al otro en la muerte, con su madre. Ahora lo ve, la ve, en la vida, gracias a su madre. A medida que su relación con Elsa se fortalece, la relación con Hitler se debilita. El imaginado dictador aparece cada vez más violento. Quien comenzó como el amigo, confidente, apoyo, va convirtiéndose en un tipo feroz, inclemente, malvado. Es el fanatismo de Jojo mostrando de manera concreta su resistencia. Mientras Jojo es más humano y menos fanático ocurre lo contrario con Hitler.
Por eso, superado el desprecio y el temor, Jojo y Elsa ven el fin del mundo, su mundo, juntos, desde su ventana; solos pero no abandonados. Cabeza con cabeza. Hermanados.
— ¿Qué harás cuando seas libre? — pregunta Jojo.
— Bailar — contesta Elsa.
¿Cómo se materializa el exorcismo de Jojo? Pienso que en dos momentos. Uno, cuando ata los zapatos de Elsa. Las tomas de los cordones de los zapatos nos lo indican: durante toda la película la incapacidad de Jojo de atarse los zapatos es mostrada como un signo de su infancia y también como un gesto de ayuda y solidaridad. Él no puede atarlos y su madre se los ata. En una secuencia devastadora Jojo no puede atar los de su madre. Sin embargo, sí logra atar los de Elsa: ese gesto representa su emancipación y su paso a la adultez. Porque al hacerlo termina la obra de su madre, se convierte en lo mejor de ella y se confirma la semejanza del plano de ambos en la plaza de pie viendo a extraños colgados. Atar los zapatos de Elsa es también una forma de de atar los de su madre: salvar a una es salvar a la otra.
La película termina con la liberación aliada. Elsa sale de la casa. Jojo fue salvado por un militar borracho, pragmático y que igual que él tenía un secreto y bondad. Ahora él, Jojo, exorcizado del fanatismo nazi, salvará a Elsa. De pie, uno frente a otro, empiezan a moverse lentamente y ese movimiento se vuelve baile. El baile es el momento final del exorcismo. Las tomas son planos de ellos. Vemos lo que ellos ven: al otro danzando frente a nosotros. Pero se trata de algo más. El baile es la emancipación del miedo: Jojo y Elsa son vulnerables y tienen alegría. La muerte acecha, pero ellos viven. Everybody’s gotta live, but everybody’s gonna die. Es sabido: no hay mayor rebelión en medio de la opresión y la inmundicia que la alegría.
Nota final:
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